La Imagen que encontró Esteban Solís, y que recibió culto hasta su destrucción en la noche del 12 de agosto de 1936, era una talla de madera oscura de color aceitunado, de estilo bizantino, sedente, con corona, y el Niño sobre las rodillas.
A lo largo de los tiempos, y siguiendo las nuevas corrientes, se fueron modificando, no sólo las Iglesias, sino hasta las propias imágenes. La de la Virgen del Collado no se pudo librar de estas corrientes modernistas, y aquellos hombres del siglo XVII, no dudaron un momento en transformar la Imagen. Trataron de vestida con túnica y manto, pero para ello estorbaba el Niño en aquella posición central, por lo que fue cortado y arrancado de la madera primitiva. En esta operación se deterioró tanto que tuvieron que encargar otro Niño, y el escultor, al no conocer el color de la Virgen, lo talló en madera blanca, con lo que se produjo un gran contraste entre el color moreno de la Madre y el del Niño. También cercenaron la corona, que primitivamente tenía la Virgen sobre su cabeza, la que cubrieron con un manto y le taparon casi la totalidad de la cara con un rostrillo. Sobre el manto le colocaron una corona metálica, y de la anterior talla sólo se podía ver la boca, la nariz, los ojos y las dos negras manos, que pugnaba la una por asomar por entre la túnica y manto y la otra por agarrar al Niño que descansaba sobre su brazo izquierdo.
Posteriormente, y a lo largo del tiempo le fueron regalando mantos y vestidos de gran valor, así como joyas y otros objetos, de los que muchos desaparecieron poco a poco y conservándose otros como preciados tesoros.
Después de 1936, y al término de la Guerra Civil, y por acuerdo de la Junta de Gobierno de la Cofradía se nombró una comisión para encargar una nueva Imagen de la Virgen que sustituyera a la destruida, y que fuera costeada por suscripción popular para que todos los hijos del pueblo pudieran participar.
Se recaudaron 11,691,25 pesetas. La Imagen fue encargada al escultor Jacinto Higueras Fuentes y el día 25 de abril de 1940 llegaba el límite del término municipal procedente de Madrid, donde había sido tallada. Fue depositada en el Cortijo «El Chaparral» propiedad de los Condes de Torrecilla de Cameros, y al que sus dueños llamaron desde entonces «Chaparral de la Virgen» y levantando un retablo con la Imagen y la aparición para conmemorar aquella ocasión tan insólita. La noche del 25 al 26 la pasó en este lugar siendo velada por multitud de personas devotas. El día 26 partió hacia Santisteban en impresionante romería a la que asistió no solamente todo el vecindario, sino muchas personas de pueblos limítrofes. La llevaron al pueblo a hombros donde fue recibida con indescriptible entusiasmo por los que no pudieron ir a acompañarla, levantándose en las calles arcos triunfales y en las puertas de las casas improvisados altares, y estando todas las calles del recorrido cubiertas de una verde alfombra de juncia, romero, tomillo, cantueso y otras plantas olorosas, quedando de esta forma convertido el pueblo en un inmenso templo.
Esta es la Imagen que se venera actualmente. Es morena igualmente que la anterior, aunque el escultor dulcificó los rasgos de la cara. El cuerpo y brazos están cubiertos por una tenue túnica que el artista supo sacar maravillosamente a la madera. El Niño es blanco y algo mayor que el que tenía.